
En el centro de la ciudad de Medellín hay un lugar que, aunque muy pocos lo conocen a profundidad, tiene su historia y su sentido...este bosque luminoso en forma de espiral, compuesto por 300 torres con 2100 reflectores y 170 lámparas de piso- concebido para transformar el centro de la capital antioqueña y devolverle su papel de eje conductor de la ciudad- le ha dado un nuevo significado y una nueva imagen a esta zona tan temida por unos y frecuentada por otros.
La nueva Plaza de Cisneros, llamada así por ocupar el espacio de la antigua e histórica plaza, fue inaugurada el 2 de junio de 2005 por el alcalde Sergio Fajardo Valderrama; información proporcionada por una pequeña y poco visible placa de vidrio que se encuentra al lado de una gran fuente entre la biblioteca de EPM y la plaza; sitios enlazados por un inclinado y poco seguro puente de madera.
Esta obra se sitúa en la calle San Juan, frente al Centro Administrativo La Alpujarra y junto a la nueva Biblioteca Temática de Empresas Públicas de Medellín, ubicada al occidente. Desde este “Parque de las luces”, llamado así popularmente por los citadinos, se puede visualizar hacia el oriente el nuevo edificio de Comfama; al sur se halla la antigua estación del Ferrocarril de Antioquia; al norte sobresale ,por encima del viaducto del metro, la cúpula del palacio municipal, al igual que una gran pintura del año 2001 nombrada “horizontes”; la cual es ignorada por la mayoría de la gente urbana, a pesar de su gran tamaño y brillantes colores.
Estando aquí se puede percibir la ciudad en su máxima expresión; el constante ruido de los carros, que por momentos se mezcla con el sonido del agua al caer producido por la fuente, no dejan que salgamos de la realidad, pero aun así, en esta selva de cemento se puede soñar...dejándose cautivar por los islotes de bambú que acompañan a estos imponentes pero ignorados vigilantes nocturnos...árboles de cemento... testigos silenciosos de negocios, abusos, ilícitos, entre otros sucesos desencadenados por la euforia de la oscuridad nocturna.
A simple vista esta claro que no es un lugar para conversar por su insegura ubicación geográfica y su disposición arquitectónica, puesto que no esta dotado con asientos o espacios para esto; aspecto poco relevante para la cantidad de indigentes y jóvenes de la calle que se sientan en unas construcciones de cemento en forma de L, de aproximadamente 30 centímetros, ubicadas en las cuatro esquinas de la plaza y alrededor de las cuales esta un canal -que conecta a las cuatro edificaciones- por el cual circula el agua que transcurre desde la fuente y rodea todo el parque. Estas obras en cemento no tienen otra justificación aparente de su existencia más que el sentido decorativo que puedan tener, ya que los policías se encargan de requisar, indagar y expulsar a todo individuo que se encuentre dispuesto allí. Otro aspecto que impide que este lugar sea acogido como sitio de socialización es el constante flujo de peatones, que se intensifica en las horas pico cuando las personas salen de trabajar y se disponen a tomar el bus o a hacer fila para esperarlo, con la única esperanza de alcanzar puesto y llegar lo más pronto posible a su hogar ; convirtiendo a la plaza en un pasaje por el cual las personas se desplazan con cierto temor reflejado en su mirada, tomando sus pertenencias con fuerza, caminando rápidamente y con un inocultable “delirio de persecución” generalmente causado por la hora y el lugar, pero incrementado por la presencia de drogadictos, indigentes, mendigos o jíbaros que arriban cuando comienza a caer la tarde y llega la noche; momento donde comienza a predominar el olor a marihuana que durante la tarde era casi imperceptible.
Una joven cerca de los 16 años vestida con ropa común, oculta entre los bambúes y vendiendo marihuana, perico u otro tipo de drogas se convierte en el centro de atracción de los consumidores de sus productos y de las personas que caminan con prisa pero -como yo-se quedan perplejos ante tal demostración de ignorancia, descaro y ansiedad de la cual son protagonistas quienes la frecuentan y la “cuidan” al “campanearle” si se aproximan “los tombos”. Cerca de ella se encuentra un guardia de seguridad privada de apellido Jiménez que no se percata de dichos negocios, el cual responde a mi llamado y comenta con la mirada desorientada que las luces están siendo rehabilitadas y que los islotes de bambú tuvieron que ser desvastados porque se estaban convirtiendo en una “guarida de ladrones”, quienes aprovechaban la oscuridad y lo espeso de estas plantas para consumir drogas o robar a quienes transitaban por ahí o; sin embargo, los robos continúan y el consumo de alucinógenos es cada vez más normal y público en este sector de la ciudad.
Ya caída la noche, y junto con esta joven jíbara, los jóvenes que venden dulces en los buses y se drogan mientras llega el momento de subirse a otro bus, los mendigos, prostitutas, recicladotes, entre otros personajes, se apoderan de la plaza y consumen drogas - como si este fuera un requisito para permanecer allí- abastecidos por la misma joven pero ahora acompañada por dos jóvenes de 19 años aproximadamente. Estos personajes que hacen parte de este deprimente paisaje nocturno utilizan el agua de la fuente para mojarse el rostro, otros hablan solos y se ríen a carcajadas, algunos comparten el vicio y se sientan a consumirlo juntos; creando o afianzando lazos que los unen, ya sea por las condiciones en las que viven, por lo que hacen, etc.; el simple hecho de consumir drogas los hace sentir hermanos...amigos...familia.
La Plaza de Cisneros no es solo una obra de ingeniería o una obra de arte diseñada de un modo especifico para que cada una de las torres en el día proyecte una sombra sobre toda la plaza y la intermitencia e intensidad de las luces valla de acuerdo con las fases de la luna. Su verdadero sentido va más allá de las luces...más allá de las torres, este sentido otorgado por sus visitantes, por ser solo un pasaje para algunos y un verdadero hogar para otros, por reflejar tranquilidad durante el día -a pesar de la permanente contaminación auditiva y ambiental- y convertirse ,al llegar la noche, en una pequeña versión de “El Bronx” donde contrasta la clase trabajadora y honrada con los drogadictos, ebrios, mendigos e indigentes que consideran a este lugar como su único destino.
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